Pese al peligro de incurrir en la posibilidad de ser considerado como el cronista de la Capella -creo que con esta, ya son cinco las veces que me he referido a actividades promovidas por esta plataforma de difusión, llamada centro de arte o sala de exposiciones cuando no existían problemas con el formato expositivo- me van a permitir que insista de nuevo a raíz de la exposición réserVoir que se inauguró en este espacio el primer día de abril del presente año. Podría decir que las razones que me impelen a ello son tan variadas como simples, tan fundamentadas como circunstanciales, tan frías como emotivas o tan profesionales como personales. Sin embargo, me voy a limitar a señalar la única que, para mí, justifica realmente la presente incursión: Manel Clot.
Por muchas razones:
Porque Manel Clot, para mí, también fue alguien realmente muy importante, porque durante el tiempo que lo traté puedo decir que le quise y mucho, porque me permitió comprender el significado de ser único y, por consiguiente, inimitable, porque con él entendí que la voz es tan importante como quien habla, porque aunque no siempre entendiera sus textos o propuestas, nunca me dejaron impasible, porque más que un comisario o un crítico era una persona que decía algo, porque aunque a veces su cripticismo nos echara para atrás, le daba unas cuantas vueltas a unos cuantos cerebros juntos y sin moverse de sitio, porque pese a ese pronto que tenía era bastante generoso y hasta incluso agradecido. En suma, porque antes de apearse de este mundo para vivir donde le dio la gana, dejó grabada sobre el alma de quien trató una suerte de marca escarificada compuesta de tantas dosis de incomprensión y sorpresa como de rechazo, resignación, estupefacción, cabreo y finalmente amor. De mucho amor. Exactamente como el que volví a sentir el día de la inauguración cuando le vi, le acaricié, le di unos cuantos besos e hice lo que pude y estuvo a mi alcance para que sintiera que, pese al rechazo de esa actitud con que se apartó de buena parte de la humanidad -de su otra humanidad- si llamara de nuevo a nuestras puertas vería que un ejército se las abrirían sin pestañear.
Por eso, el día de la inauguración, estábamos casi todos.
Tal como dice Manel Clot en el vídeo que ha grabado para explicar la exposición, lo que significa esta empresa que a muchos de nosotros nos ha dejado sin habla -vosotros ya sabéis a quién me refiero- es una suerte de tributo personal de y a quienes, según el comisario, le han ayudado a crecer y a aprender a ser persona e individuo. De modo que, si alguien ignoraba cuál era el nexo de unión entre artistas tan dispares como Luz Broto, Francesc Ruiz, Carles Congost, Javier Peñafiel, Ester Partegas, Joan Morey, Raimond Chaves/Gilda Mantilla o Paco y Manolo, ya se le informa desde la entrada cuál y cómo es el tronco que, a partir de allí, permitirá que pendan de sus ramas las obras de los artistas que componen la exposición. Porque más que obras son homenajes. Al árbol que las sustenta. O a ese hábitat o microorganismo del que todos se alimentan.
Aunque el vídeo es harto claro en cuanto al propósito de la exposición, lo primero que sorprende al abordar la sala son cuatro carteles que penden del techo y que, a modo de telón, recogen una parte del museo de frases que Manel Clot ha venido y sigue creando desde tiempo inmemorial. Se trata de una obsesión tan personal como desconocida consistente en «acumular, recopilar y personalizar frases, citas e ideas de otros» y que, a partir del 23 de octubre de 2003 -es decir, un mes antes del 47 cumpleaños del comisario, según nos dice él- se agrupan en torno a la idea de «un museo de frases atemporal, desjerarquizado e inagotable donde, de forma caótica y expansiva, se reúnen buena parte de sus intereses emocionales y vivenciales relacionados con el arte contemporáneo. Una forma de pensar y sentir la práctica artística estrechamente ligada a una manera de pensar y sentir la realidad. En definitiva, una metodología de trabajo basada en conexiones afectivas y estructuras de complicidad». De modo que, para empezar, queda claro que los que vean la exposición podrán entender distintas cosas en función del conocimiento que tengan de «esas estructuras de complicidad» que el comisario estableció no sólo con los artistas de la exposición sino con quienes, de alguna forma, formaron parte de su vida como él de la nuestra.
Compartiendo este despliegue de frases que uno se pasaría leyendo y releyendo hasta el día que cerraran la Capella, se ve una serie de fotografías de Ester Partegás cuya alusión al detritus, la basura, lo residual o a todo lo que uno no quiere, son demasiado explícitas como para pensar en una inmediata y posible asociación. De modo que, sin darle demasiadas vueltas al viaje al que nos invita, uno se adentra en la sala dispuesto a ver lo que le espera.
Y lo primero que percibe es una suerte de orden espacial pensado para albergar en su perímetro los trabajos de los ocho artistas y en el centro unas vitrinas iluminadas a la manera de una sala de autopsias. Tal como se nos dice en la nota de prensa esta suerte de disposición espacial se debe al deseo de invitar al espectador a leer la propuesta desde dos perspectivas distintas:
– Desde la especificidad de la obra de cada artista seleccionado y con el que Manel Clot estableció y mantiene distintos tipos de relación tanto afectiva como profesional. Es en este registro donde se pueden ver y disfrutar de algunas de las propuestas específicas que algunos de ellos han concebido para la exposición.
– Desde la recuperación de trabajos anteriores en los que se pone de manifiesto el interés de estos artistas por ensayar canales de difusión complementarios o alternativos a la sala de exposición. Es decir, desde vinilos y hojas de sala y flyers hasta evocadores sistemas de documentación tanto gráfica como objetual. En este punto y de manera muy sutil, se alude a la pasión de Manel Clot por seleccionar, archivar, coleccionar y sacar a la luz propuestas de pensamiento tan alternativas como válidas. Tan imperceptibles como sangrantes.
Salvo decir que no me voy a extender para nada en el análisis de la obra de los artistas puesto que, en función de su trayectoria artística e interés de sus investigaciones personales, queda claro -y se percibe inmediatamente- que lo que exponen no sólo es muy digno de lo que merece la ocasión sino que, en alguna ocasión, les coloca el listón todavía más alto del lugar profesional donde se hallaba -ya me perdonarán ustedes, pero todavía me sorprendo de lo crípticos que podemos llegar a ser cuando queremos decir algo sin decir demasiado y al final resulta-que-no-decimos-casi-nada- creo que lo que menos sigue importando de esta exposición es, precisamente, la obra de los artistas.
Y esto es algo que nunca me había pasado. Nunca.
La culpa de todo ello la tiene el comisario. Si, el comisario. Y aquí sí que de modo deliberado, abierto, sincero, estremecedor y omnipresente. Porque si no quedaba claro que la exposición ha sido concebida como tributo al pensamiento, figura, personalidad y halo del comisario Manel Clot, la presencia de su persona no deja de multiplicarse hasta la saciedad a través de los monitores que, desde el espacio reservado a cada uno de los ocho artistas, retransmiten a modo de una letanía infinita las obras, las citas, las frases, los títulos y las palabras de aquel atlas o museo de frases que nos daba la bienvenida desde las mismas puertas de la exposición.
Esperando que los artistas no se molesten por pasarme por alto unas propuestas que, desde que supe de la existencia de este proyecto, nunca entendí que me pudieran interesar más que por la posibilidad de sacar y devolverle a mi vida esa parte que se esfumó cuando el comisario, ideólogo y persona-que-está-detrás de este reservado o réserVoir decidió apartarse a pesar de nuestra insistencia, les diré que esta propuesta, no es para nada una exposición. Al menos, para mí.
Tampoco sé lo que es.
Solo les diré que la segunda vez que fui a verla, mientras me desgarraba el alma leyendo lo que podía frente aquel muro de las lamentaciones o museo de frases de Manel Clot, oí a una italiana diciéndole a su hija adolescente cuál había sido su impresión:
– macabra, anche un po spettrali
Se me hizo un nudo en la garganta. Y hasta una bolsa en el estómago. No sé qué más quieren que les diga. Vayan a verla. De verdad. Y júzguenla como mejor les plazca.
Si conocen a los artistas verán obras que están realmente muy bien. Si conocen la sala verán una propuesta perfectamente bien planteada. Si no conocen al comisario quizás les sugiere lo mismo que a la italiana. O no.
Ahora bien, si conocen al comisario verán cómo les afecta en la medida en que lo sienten cerca.
Todavía. Y yo creo que para siempre.
Hola Fede tot just he tornat de Osaka i he vist el teu text del Manel clot i he anat directament a veure lexpo. realment es impactant veurel, es a dir tot plegat. gracies per limput.
Francesca
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