Germà de gel, L’altra Editorial / Hermano de hielo, Alpha Decay. Alicia Kopf.

 

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Con los libros me pasa lo mismo que con las películas: cuanto más oigo hablar de ellos, mis deseos de abordarlos disminuyen progresivamente. Y es que, en la medida en que la lectura de un libro me puede y nos puede afectar como el visionado de una película, me resulta difícil comprender cómo una experiencia tan personal se puede compartir. Y algunas veces con mucha gente a la vez.

Empezaré por el final: Hermano de hielo es mucho más que un libro.

Pese a tener este proyecto en mis manos desde que Alicia Kopf me lo diera en el transcurso de un almuerzo en un restaurante chino catalán, no conseguía sumergirme en sus páginas debido a los ecos que no dejaba de escuchar. Quienes ya lo habían leído cuando nadie hablaba de él no dejaban de ponderar la sorprendente propuesta de una escritora tan desconocida y quienes todavía no lo habían hecho no hallaban el momento de ver saciada su necesidad. Una suerte de frenesí colectivo que, amplificado por el prestigio del premio Documenta al que no tardaría en llegarle el Llibreter, me creaba una sensación tan extraña y fastidiosa como seductora y fascinante. Algo así como estar in between entre algo bello y algo siniestro.

Dice Alicia Kopf en la entrevista de la que extraeremos buena parte de las reflexiones que aquí reproduciremos, que la idea de todo nació en 2011 en un «contexto de crisis bastante profunda -o de congelación económica, como le gusta precisar- y la necesidad de buscar un discurso épico que le permitiera resistir en un entorno hostil tanto a nivel económico como laboral, emocional y hasta incluso familiar. En suma, un discurso lo suficientemente bien armado como para resistir los envites del presente y que, hilvanándose en torno a referentes épicos como los exploradores polares de principios del s. XX, pudieran ser trasladados al presente, a una subjetividad y a una voz narrativa encarnada en la vida de una mujer de clase media precarizada española apropiándose de un discurso épico masculino, colonialista de principios del s. XX» con el fin de construir una épica y poética sumamente personal.

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Según la propia autora, «Alicia Kopf no es un pseudónimo sino el nombre que centra su actividad artística y concentra una parte de su actividad». Un nombre que, al tiempo que permite que sus obras se emancipen y funcionen solas como obras de arte, constructos lingüísticos o artistizados o mediados o muy pensados, le permita abordar, desde la autoficción, cuestiones personales. Una inteligente estrategia para establecer con el lector la distancia que se requiere para preservar la intimidad y poder trabajar desde el yo. Es decir, desde la distancia justa.

Muestra de la generosidad de la que hace gala esta artista a lo largo de su proyecto, ésta no tiene ningún reparo en hablar de los referentes sobre los que se edifica su faceta más literaria. A saber: «Enrique Vila-Matas -por su concepción de la autoficción y la intertextualidad-, W.G. Sebald -por su manera de perseguir obsesiones y de utilizar las imágenes de modo no ilustrativo-, Philip Hoare -también por su manera de perseguir la obsesión-, referentes teóricos de base como Roland Barthes, Walter Benjamin -por su narrativa en los pasajes o su manera rítmica de articular el texto- o voces femeninas», experimentales y expresivas como Carson McCullers, Sylvia Plath, etc.

Por bien que en la base del libro se halla un proyecto de corte generacional, también vemos que se deja sentir un discurso de género, especialmente en el intento de hallar una épica en lo femenino, en el interior de las casas y en el deseo de hacer con ello una especie de homenaje. Además de estos aspectos generacional y femenino, tras la voz narrativa de la protagonista también se halla una conciencia de clase ajena a cualquier discurso, clara y consciente del lugar que ocupa.

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La estructura de la novela, tal como dice Alicia Kopf, se articula en torno al intento de «trenzar tres polos de interés propio: las obsesiones polares como lugar desde el que trabajar en profundidad una metáfora como el hielo o lo épico, el ámbito familiar como lugar donde el hielo también aparece como, por ejemplo, en las emociones -de modo que el hielo se aborda desde la perspectiva emocional y psicoanalítica- y, en tercer lugar, la reflexión sobre el propio proceso artístico mostrando en todo momento los engranajes de la máquina narrativa» de modo que el libro sea entendido como un constructo transparente revelándose mientras se va haciendo.

A partir de estos polos de interés el libro se construye por yuxtaposición y sobreposición y es a través de un montaje dialéctico cómo se dirige, poco a poco, hacia el terreno de lo autoficcional. Un territorio que, al entrar en el ámbito de lo privado, permite acercarse a lo personal desde la resonancia de la épica y no precisamente desde la intimidad.

Si la sensación de leer algo que se va construyendo es algo evidente en las páginas de este libro esto es algo que, en palabras de Alicia, no se debe a algo voluntario si no a una forma de trabajar. A una forma de proceder que, al igual que sucede con casi todo lo creativo, siempre nace de una idea, no se fija en ninguna técnica, se forja a base de una documentación muy exhaustiva, se enriquece combinando las fuentes de las que se nutre, se va escribiendo en un diario de artista y acaba derivando en una obra que, al empezar, no sabía cómo sería.

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Son muchos los artistas que invocan el proceso de trabajo y fundamentan el interés de su obra en el valor del tiempo y la investigación que llevan a cabo. Pero no es habitual tener acceso a las distintas fases de un proceso creativo. Aunque no siempre es necesario, el hecho de poder tomarle el pulso a un proyecto en vías de realización permite transitar una órbita de la creación donde el acierto y el error tienen la misma cabida que el azar, la investigación, la prueba, la duda, el experimento y la distancia. Una vez más, la distancia justa.

Dice Alicia Kopf en la misma entrevista que hemos ido desmigando que la fase de sus proyectos que se dirime en un espacio expositivo -es decir, en la esfera del arte- es la que retroalimenta su narración al obligarle a trabajar en distintos formatos -dibujo, fotografía, video, etc.- y a enfrentarse, en consecuencia, a otro tipo de métodos narrativos.

La primera de sus exposiciones realizadas previamente a la aparición de Hermano de hielo, fue Seal sounds under the floorinaugurada en septiembre de 2013 en la antigua y añorada sede de la Galería Joan Prats de Barcelona y galardonada, a la sazón, con el premio GAC-DKV a la mejor exposición individual de artista joven en galería.

Invitando a entrar en materia a través de la obra Àrticantartic: Panorama after H.C.Selous -«obra realizada a partir de la adaptación de un mapa de 1835 de H.C. Selous que señalaba las aventuras de John Ross en su viaje al polo Norte» con unos textos que, substituyendo los originales, «convertían este documento-testimonio del imperialismo inglés del siglo XIX en una psicogeografía del presente»- lo que la artista planteaba en aquella exposición era una inteligente combinación de obras muy personales junto a documentos de su investigación, fotografías de época y referencias a esa cultura del hielo entendidas, por Alicia, como símbolo de su existencia.

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Por bien que la intriga que me despertó aquella primera muestra no me permitió comprender hacia dónde se dirigían los pasos de Alicia, fue al llegar a la segunda cuando todo se aclaró. Y es que, tras la simplicidad de los dibujos que configuraban su segunda exposición, sentí el latir de una exploración a través de la esencia de un ser caminando decididamente sobre la superficie del hielo. ¡Quién sabe si con la esperanza de llegar a derretirlo!.

Con un título tan sugerente como Diario de conquistas, la segunda exposición de Kopf presentada en el Espai Cub de la Capella significaba un paso más en la formalización de su investigación titulada genéricamente Articantàrtic. Otra parte de una investigación que, traducida en forma de dibujos ubicados al margen del «descubrimiento geográfico y próximos a una exploración cercana al deseo, la voluntad de poder y los espacios de conquista cotidiana», la artista decidió escribir sobre la pared de un cubo de madera de 3x3x3m.

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Dije en su momento en relación a esta exposición: «Surgidos de los dibujos que realiza la artista en su cuaderno personal como posibles representaciones de enigmas y no como respuestas, los dibujos -y su combinación con textos o no- que ha seleccionado Kopf para la ocasión, vendrían a ser como paradojas no tanto de lo que se quiera conquistar como de lo que, simplemente, se quiere. En este sentido vendrían a ser como representaciones del deseo. Un deseo que, al igual que el de aquellos exploradores que pusieron rumbo al norte sin saber qué encontrarían, es parecido al del artista en su deseo de explorar nuevas vías sin saber cómo terminará. Nos dice la artista en un video donde nos pone sobre la pista de su trabajo que la culminación de este ciclo será una publicación puesto que para ella es muy importante tanto la parte textual como narrativa de este proyecto».

Al cabo de un tiempo supe que Alicia Kopf se había ido a Islandia. Más que un viaje de placer lo suyo parecía una promesa, una deuda pendiente, una catarsis o la culminación de un sueño. Quizás el encuentro más deseado con el paradigma de una parte de su ser.

Y después de este viaje apareció el libro.

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Y después del libro, el deshielo de Imma Ávalos.

 

Más información:

Blog de Alicia Kopf

Galeria Joan Prats

Entrevista Tria 33 amb Julia Bertran

Entrevista Terrícoles amb Patricia Soley-Beltran

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