Material de cabecera para una reseña que ya llegará

Para desequilibrar, desestabilizar o mantener permanentemente inquieta la insufrible zozobra que ahoga al arte cuando se instalan los convencionalismos, existen varias maneras de oxigenar el sistema. Alguna de estas maneras son estrategias que se desarrollan en ámbitos tan distintos como interconectados. Es decir:

– Desde el sistema institucional. O sea, cambiando puestos de responsabilidad cuando se le ocurre al político de turno o cuando la pringa por razones variadas quienes los ostenta con mayor o menor fortuna.

– Desde el ámbito de la crítica de arte. O sea, preguntándose permanentemente y en cada relevo generacional qué es esto de la crítica y si existe como tal.

– Desde el universo galerístico. O sea, abriendo o cerrando espacios con la esperanza de que funcione el negocio o resignándose a la cruda realidad.

– Desde el insondable mundo del coleccionismo. O sea, dejándose ver de vez en cuando mostrando sus colecciones o adquiriendo obras en galerías, ferias o en el taller del artista.

– Desde el vacío que siempre existe en torno al enigma-del-comisariado. O sea, preguntándose permanentemente y en cada relevo generacional qué es esto del comisariado y si existe como tal, es decir, como sucede con su prima hermana la crítica de arte.

– Desde la iniciativa privada. O sea, haciendo y deshaciendo lo que les viene en gana porque por algo el dinero es suyo.

– O desde nada de todo esto por no contar con el apoyo de nadie, es decir, desde la esfera de esas alternativas condenadas a permanecer como tales si realmente son y quieren ser alternativas. Y de estas, no hay muchas.

Además de estas maneras promovidas por satélites que forman parte de la constelación del sistema del arte, también existen las que proceden de los artistas, es decir, las que más me interesan. Pero como también desde este ámbito todo es muy variado, rico y complejo ahora sólo me voy a referir a las me vienen a la cabeza, así sin darle demasiadas vueltas:

a) La primera de las «vías» es la que apuntan las «entradas» que se dan sistemáticamente en el mundo del arte y a cada nueva generación. Es la vía más común o la más natural, por decirlo de algún modo. Se trata de aquella vía que, tras una etapa de formación (o todavía en formación o en formación expandida y alargada) permite que nuevas y distintas voces (o sea, nuevos y distintos artistas) ingresen en el coro del arte que tiene más éxito en cada época. Es decir, el coro que mejor suena, el que mola más, el que proporciona mejores réditos a quienes hacen posible su existencia, el que resulta más resultón y al que casi todos nbo cesan de escuchar porque es garantía de contemporaneidad, modernidad o como se le quiera llamar. Hay que reconocer que se trata de una etapa muy dura, como todas las que vendrán después, así es el arte. Una etapa en la que así como hay quien entiende que lo que hay que hacer es mimetizarse desde la singularidad para seguir cantando en el coro que corresponde -o sea en el coro que toca y en el que se debe estar para mantenerse à la page– también hay quien entiende que su singularidad la debe utilizar para caminar al ritmo que quiera. Al ritmo que le pida su cuerpo. Es decir, al ritmo de cada uno. O sea, sólo. Es decir, al margen del que marca el coro, al margen del que marca el sistema del arte.

Todos sabemos que caminar solo tiene sus ventajas y desventajas. Pero hacerlo solo, en el ámbito del arte, es poco menos que un suicidio. En especial cuando se es joven, inexperto, ingenuo, un poco pardillo,  principiante y sin ese poso de sabiduría que a cada uno le da la vida. La vida de cada uno, se entiende. Porque se trata de una sabiduría que no es innata sino que, como marca el gerundio, se va adquiriendo a medida que se cumplen años.

No todo artista joven consigue mantener el interés de su obra. Y es que a la que agota las posibilidades que le brinda la vida mientras es emergente (es decir, acceso a becas para menores de 35 años, exposiciones en instituciones públicas destinadas a lo joven, galeristas suicidas que empiezan junto a ellos, el respaldo de comisarios tanto o más jóvenes que ellos, una crítica tan leída como inexperta e incipiente, etc…) se confirma lo que un buen día me dijo un artista actualmente muy bien considerado. A saber:

«….por poco que tu obra tenga cierto interés no será muy difícil hacer una primera exposición. La segunda o la tercera quizás tampoco sea demasiado complicado…. El verdadero drama empieza a partir de la cuarta. Y ya ni te cuento a partir de la quinta o la sexta. Eso sí, si llega….»

A partir del momento en que se cuestiona lo que se acepta por lo que tiene de novedoso, fresco, juvenil, transgresor, estimulante y vital, sucede que el artista debe demostrar que además de todo aquello es capaz de seguir contando algo con cierto interés. En especial, algo que conecte con quienes aportarán a una carrera todavía en ciernes el combustible que necesita para seguir funcionando de cara al público. Si seguir, lo que se dice seguir, está al alcance de cualquiera, lo que resulta verdaderamente difícil es seguir mostrando lo que se hace. O Sea, en gerundio, una vez más. Es decir, haciendo ese chup-chup que convierte un guiso en otra cosa que un ágape reglamentario.

Por ahora lo dejaremos aquí. No vaya a ser que la liemos.

b) La segunda vía a la que me voy a referir es la que, a nivel vital, se abre o acontece desde el polo opuesto. Es decir, desde los reingresos en el circuito del arte y de los artistas de fenómenos precedidos de palabras o expresiones tipo: «recuperaciones», «resurrecciones», «apariciones», «revisiones», «salidas-del-baúl-de-los-recuerdos», «maravillas olvidadas», «¿pero-cómo-es-que-no-sabías-quien-era?»etc. Es decir, desde artistas de los que casi nadie tenía noticias, de los que eran pocos quienes se acordaban, que quizás fueron importantes en épocas pretéritas, que quizás ni fueron importantes en épocas pretéritas, que sólo formaban parte de un sistema que se les comió, que no llegaron a sobrevivir como otros (artistas) vivos, que fueron olvidados, que de tanto caminar solos se perdieron por el camino, de artistas que el sistema les trató como no era debido…., etc. Yo diría que algunos de los artistas que podrían formar parte de esta vía, serían los del grupo de los resistentes. Es decir, de los que viendo como otros artistas brillaron con obras que la historia se ha encargado de depositar en la basura, consiguieron mantener la entereza para no suicidarse ante semejante deriva.

Pero no nos engañemos. Rntre los artistas recuperados también hay de varios tipos. Es decir: los buenos, los malos, los que no hacía falta que hubieran salido, los que pese a la maniobra de su desempolvo resulta que su aportación es anecdótica, los que sólo son interesantes porque ayudan a entender una época, los que (sólo) aportan información acerca de un país, un grupo o un pueblo, los que se idolatran porque fallecieron, los que están a punto de hacerlo y-ya-es-hora-de-empezar-a-correr, los que aparecen de repente antes de que sea demasiado tarde, los que son realmente buenos pero el coro de su época no aceptó la voz que gastaban, los que fueron arte y parte de una tendencia obsoleta o los que, según se desprende de su biografía, se apartaron del camino para seguir libremente por donde mejor les parecía. Por donde ellos querían. Es decir, por el camino que quisieron seguir y, eso sí,  sin atisbo de rencor y con una obra tan sólida como convincente, honesta, limpia y libre. Y de estos también hay muy pocos.

Por ahora lo dejaremos aquí. Para no liarla.

 

(To be continued)

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