No pude ver la exposición Pantallas y pastillas comisariada por Montse Badía en ADN Platform, en Sant Cugat del Vallés. Así se lo hice saber el día que nos cruzamos por la calle Aribau de Barcelona. Tras manifestarle mi pesar, Montse me dijo que la exposición había ido muy bien y que hasta se había editado un catálogo. Es más, me dijo: si te interesa te puedo enviar uno. Y yo, ante semejante ofrecimiento, acepté encantado. Después de los treinta minutos que pasamos charlando sobre su exposición y otras cosas, ella se fue por un lado y yo por el otro.
A la largo de la conversación, Montse me dijo que el catálogo era bastante singular. Que la publicación había sido diseñada por Àlex Gifreu, que se vendía en la librería Laie del Macba por 20 euros y que lo único que tenía que hacer era seguir las instrucciones que me enviaría para que llegara a mis manos. Y a mí, cuando alguien me dice cosas así, se me estremece el alma.
Al llegar a casa, ya de noche, revisé el correo como hace cualquier autónomo. Y entre lo que tiré a la basura sin leer y lo que leí para acabar tirando, me quedé con el único correo que en realidad estaba esperando: el de Montse. En su mensaje, escueto, me decía lo que tenía que hacer: escribir a Enric Farrés Duran, a la sazón, uno de los artistas de la exposición.
Y así lo hice. Escribí a Enric, quedamos en vernos a las 18:00 h en un bar de Sant Cugat del Vallés y allí nos encontramos el día establecido.
Tras los típicos cuánto-tiempo-sin-vernos, qué-es-de-tu-vida, cómo-te-van-las-cosas y otros modismos rompehielos, entramos en materia. Me dijo que era el tercer catálogo que entregaba y que le hacía mucha ilusión. Las medidas del catálogo eran bastante singulares: 40 x 25 cm. Constaba de 60 páginas, iba atado con una goma negra, se organizaba en quince dípticos y estaba editado en cuatricromía. El papel era un Munken Print de 80 gr y para la tipografía, se había optado por una Druk para el logo y por una Bau para el texto. En la portada del catálogo se reproducía, en color, un gravado antiguo en el que se veía la Biblioteca de Alejandría en llamas. Una ilustración bien escogida ya que la exposición giraba en torno a Farenheit 451, la fantástica y enorme novela de Ray Bradbury en la que, entre otras cosas, se habla de libros que son quemados.
Al abrir el catálogo, las 36 primeras páginas están dedicadas a reproducir imágenes procedentes de tres fuentes muy distintas:
– históricas: imágenes de la quema de libros en Alemania en la época de los nazis o en Italia en la época del fascismo.
– del Quijote: imágenes que ahora no recuerdo pero que están relacionadas con el tema de los libros
– modernas: imágenes de gente mirando pantallas de móvil por la calle, una pareja mirando un Ipad en la cama sin que se les vea la cara, dos viñetas de Mafalda (una de su conocido basta de censura y el otro en el que se ve Mafalda en versión monos chinos), una chica leyendo un libro en un bosque con un pañuelo tapándole los ojos, la reproducción del Monumento a la quema de libros de Micha Ullman en la Bebelplatz de Berlín, una foto del monumento al libro de Joan Brossa instalado en la Gran Vía de Barcelona en su confluencia con Paseo de Gracia (un monumento bastante desafortunado, según mi modo de ver) y un listado de los libros prohibidos por el Papa Benedicto XII (¿o sería Pio VI?).
Pasadas estas 36 primeras páginas se llega a una doble página en rojo en la que aparecen, listados con tipografía Bau en blanco, los nombres de los artistas participantes: Ignasi Aballí, Chema Alvargonzález, Carlos Aires, Anna Dot, Gonzalo Elvira, Enric Farrés Duran, Dora García, Miquel García, Andreas Kaufmann, Aimar Pérez Galí & Mar Medina, Muntadas, Francesc Ruiz y Tim Youd.
Tras esta lista y en otra doble página aparece el título/logo (Pantallas y pastillas) de la exposición junto al nombre de la comisaria. Y acto seguido, también a doble página, aparecen los créditos de las imágenes y el texto curatorial de Montse Badía.
El texto de la comisaria está escrito a dos columnas, con tipo Bau de 10 puntos, interlineado de 12 y en negro sobre papel blanco. Junto al texto se intercalan citas del libro de Ray Bradbury en inglés y en color verde.
Llegados a este punto, nos damos un respiro. Enric toma dos o tres sorbos del agua que se estaba bebiendo y yo de mi café con hielo y limón. Y departimos sobre temas que ahora no vienen a cuento: sobre la situación del arte en Barcelona, sobre la escena emergente, sobre la tragedia de la media carrera, sobre la relativa placidez de la edad madura, sobre la justicia de la pre muerte y sobre lo extemporáneo de un homenaje póstumo. Y en un momento dado me dice que, del catálogo, sólo se ha hecho una edición de 50 ejemplares distribuidos del siguiente modo: 25 para los artistas y organizadores y los demás para la venta.
En relación al texto de Montse, Enric me cuenta que en la introducción se hace un homenaje a la novela de Ray Bradbury publicada en 1954 en tres entregas consecutivas dentro de la revista Playboy. Yo me quedo asombrado, no tenía ni idea y pienso que encontrar estas tres revistas, ahora mismo, debe ser alucinante. A continuación -me sigue explicando Enric- el texto hace una reflexión en torno a la falta de atención actual y a la gran cantidad de pantallas y pastillas que nos acechan por todas partes. Y termina hablando de los distintos contextos en los que se han quemado libros. También me dice que hasta existe un libro donde se reagrupan los casos de quema de libros a lo largo de la historia.
En la medida en que la novela de Bradbury vendría a ser como el hilo conductor de la exposición, Enric me cuenta que se organiza teniendo muy presente la estructura del libro. Una solución a la que no es difícil sucumbir porque es un verdadero placer. A partir de este momento, me explica, obra por obra, la exposición de Montse. No creo recordar que se lo pidiera. O quizás sí?. En todo caso, me gustó que lo hiciera. Pensé que al no haber visto la exposición, quizás me podría hacer una idea.
Y así empieza el relato de la exposición, dentro del relato del catálogo:
La exposición se inicia con una proyección de bienvenida de 6 minutos de duración extraídos de la película de François Truffaut Farenheit 451, la única que el director galo rodó en inglés. Y junto a esta proyección, una cita de Ray Bradbury que dice algo como que no se deben memorizar todos datos porque estamos rodeados de factoids. (no lo entendí, lo siento)
Detrás de este muro se encuentra la obra de Andreas Kaufman, una proyección con un marcador que hace una cuenta para atrás. Junto a ella se muestran algunas de las características maletas de Chema Alvargonzález, un artista muy conocido durante los 90 y que murió demasiado joven. Yo le tenía mucho aprecio y, antes de repetirse con el tema de las maletas, me gustaba mucho lo que hacía.
Después de las maletas de Chema aparece una de las bibliotecas de Ignasi Aballí y cerca de ella, la obra de Miquel García: una lista de libros prohibidos por el nazismo impresas sobre un material ignífugo y que sólo se puede leer cuando se hace uso de un soplete y se aplica calor sobre su superficie. Con el calor y como por arte de magia, la superficie negra se va aclarando y muestra la lista de los libros en cuestión.
Francesc Ruiz, el siguiente artista, está presente con aquella maravilla de cómic que hizo a partir de las imágenes extraídas de los libros sin texto que leen los personajes de la película de Truffaut. Un incunable. Un must, vaya.
La obra de Muntadas, que viene a continuación, consiste en una estantería llena de botes con pastillas para curar conceptos muy variopintos. El nombre de las pastillas está escrito en inglés y traducido al coreano, al chino y al japonés. Como para poder entenderlo, se entiende.
Después de Muntadas viene la obra de Dora García: una mesa enorme con ediciones de la novela Farenheit 451 con el texto invertido. Otro must, vaya.
Luego llega Anna Dot con un audio de la performance S’amagaven darrere els arbres, una acción realizada en 2016 en el marco de la Ruta Walter Benjamin, organizada por la Nau Coclea y el MUME, entre Banyuls sur mer y Portbou. Se trata de una obra en la que el público, caminando entre la frontera entre Francia y España, se ve asaltado por unos personajes que a la manera de los hombres-libro de la novela de Bradbury, recitan en voz alta fragmentos de textos prohibidos.
Junto a este audio de Anna Dot, se muestra una edición facsímil de los tres números de Playboy de 1954 en los que aparecía, fragmentada, la novela de Ray Bradbury.
A continuación se pueden ver 4 ó 5 dibujos de Gonzalo Elvira en los que se reproduce la portada de libros prohibidos por la dictadura militar de Argentina, su país de origen. Y a Gonzalo le sigue Tim Youd con una de sus novelas escrita enteramente a máquina sobre una misma hoja de papel. Una suerte de enorme borrón negro que impide leer lo que está escrito, en este caso la novela de Ray Bradbury.
Luego aparece una cita del libro que dice que para aprender a encontrar primero hay que saber esconder. Se trata de una cita escogida por Enric Farrés Duran. Y para terminar, una acción deslocalizada de Aimar Pérez Galí y Mar Medina relacionada con sus lecturas encarnadas.
Una vez terminado el relato de la exposición, Enric retoma la explicación del catálogo y me cuenta que, después del texto de Montse, aparecen los créditos y la lista de las obras de la exposición con sus títulos, fecha de realización, técnica, etc. Luego aparece el logo de Los Cinco Delfines, editor del catálogo -propiedad de Enric Farrés Duran- junto a ADN Platform. Para terminar, aparecen los agradecimientos.
En la contraportada del catálogo se puede ver el logo/título de la exposición junto a una cita de Ray Bradbury o algo relacionado con el cuestionario Proust. No lo recuerdo muy bien….
Pasadas dos horas y cuarenta minutos, Enric dio por terminado el catálogo de la exposición de Montse. Pasamos buena parte de la tarde dialogando en torno a un libro inmaterial. Un catálogo que sólo existe explicado. O en las notas que fui capaz de tomar en dos cuartillas que me pasó Enric y un folio que llevaba yo. En cierta medida, Enric había actuado como un hombre-libro, o mejor dicho, como un hombre-catálogo.
Al salir del bar, Enric me acompañó hasta mi moto y allí nos despedimos. Él se fue por un lado y yo por el otro.
En el camino de regreso a casa, pensando en lo que había sucedido, reparaba en lo eficaz que había sido la explicación de Enric Farrés Durán en torno a aquella exposición y, sobre todo, del catálogo que se había editado. Un catálogo oral, único y distinto cada vez y que yo acabo de explicar en función de lo que anoté a partir de lo que recordaba Enric. Porque todo lo que me explicó, lo dijo de memoria. Pura transmisión oral. El mejor catálogo para una exposición que reflexiona en torno al conocimiento que se transmite a través de la voz de los libros. Un catálogo que invita a reflexionar acerca de la construcción de nuestra cultura.
PD: Cuando Enric me hizo saber que el libro estaba en venta en la librería Laie del Macba, me entraron ganas de ir a verlo. Y al día siguiente me planté en la librería. Tal y como se ve en la fotografía esto fue lo que encontré: junto a los libros recomendados, aparece un espacio vacío con una cartela tamaño DIN A4 en la que se informa de qué se trata. El catálogo de Pantallas y pastillas.
Otro must. Sin palabras.