Cuando en diciembre de 2017 tuve la oportunidad de trabajar con Guillaume Bijl [1] entendí la diferencia que existe entre un almacén y su recreación en un contexto expositivo. Se trata de una diferencia sutil que se basa en algo tan simple como el cometido que desempeñan ambos en sus ámbitos correspondientes: una tarea funcional, en el primero de los casos, y, en el segundo, la misión de ubicar al espectador en la línea que separa la realidad de la ficción. Una maniobra de una gran precisión que, en el caso que Bijl, se resuelve mediante la organización de su trabajo no tanto -o no sólo- en función del traslado de unos objetos de un espacio a otro[2] sino también el gesto del artista y su modo, tan peculiar y singular, de clasificar, ordenar, disponer y visibilizar una serie de objetos en un espacio expositivo de forma que recuerde lo que ya no puede ser de ninguna de las maneras, es decir, una acumulación de objetos en un almacén.
La diferencia que existe entre un almacén y su recreación en un centro de arte o museo no (sólo) es cuestión de la cantidad de objetos almacenados en un espacio como del modo en que unas obras se muestran a un público interesado más en el arte que en la lógica de la ordenación o la clasificación funcional de bultos.
El tránsito por la fina línea que separa un almacén de su reproducción es lo que promueve Guillaume Bijl desde finales de la década de los 70’s a través de una obra cuya tensión se mantiene indeleble gracias al ejercicio de una práctica artística -escultórica e instalativa- cuyo contenido conceptual es el que dota de sentido la articulación de su formalización y, por lo tanto, de su forma de llegar al público. Y no al revés. Optar por la reproducción de un almacén en una sala de exposición teniendo en cuenta, principalmente, su aspecto formal -es decir, sobre la base de una acumulación de objetos- no sólo puede anular el interés de los objetos que almacena sino, sobre todo, la razón (artística) por la cual fueron concebidos. Algo imperceptible en Bijl por no ser el artista quien crea los objetos de sus instalaciones, pero sí en aquellos casos que resuelven a través de la acumulación la disposición de unas obras creadas para cumplir una función (artística) muy concreta y que, a mi modesto juicio, deberían mantener viva la llama de su cometido.
Neutralizar este detalle creo que es hacerles un flaco favor.


Visitando la exposición de Laia Estruch en el Museo Reina Sofía concebida, según sus comisarios[3], como un “almacén-archivo de todos los ensayos y activaciones llevadas a cabo (por la artista) a lo largo de su carrera”, más que sentir que estaba caminando por un “almacén transitable”[4] se me antojó estar haciéndolo por un museo de ciencias naturales rodeado de animales disecados como los que pueblan sus dioramas vintage, siempre tan sugerentes bajo la mirada de Hiroshi Sugimoto. Lejos de remitirme a la experiencia que ofrece Estruch mediante una obra que “no se puede desligar de la corporalidad física de la propia artista, de los cuerpos de sus colaboradoras y de los cuerpos de los públicos que participan activamente de la exploración y el descubrimiento constantes”[5], entiendo su Hello everyone[6] como una suerte de buenas e interesantes razones e intenciones encajonadas, más o menos resolutivamente, entre las paredes de un espacio a todas luces insuficiente, destinado a albergar la intensidad de una obra concebida para ser experimentada mediante la activación de una artista que se mueve como pez en el agua, se adhiere como la hiedra a una pared o camina, se arrodilla y repta por el mismo suelo donde reposan unas obras concebidas para cumplir una función tan concreta como la que cumple el espacio que la artista analiza previamente para marcar las pautas de la circulación de su cuerpo mientras dialoga, con su voz y movimiento corporal, con una serie de objetos / obras / esculturas / instalaciones que, al final de su acción, permanecerán en el interior de este espacio en recuerdo de lo que significaron mientras la artista les insuflaba vida.
O en espera, quizás, de que la artista vuelva a aparecer. O no.
A mí, personalmente, la obra de Laia Estruch siempre me ha interesado mucho y es a través del tiempo, pero, sobre todo, de su insistencia en transitar la línea que separa la práctica artística visual de la práctica escénica como he llegado a considerar el suyo como uno de los trabajos más singulares, sólidos y coherentes que se desarrollan actualmente en el contexto de nuestra escena artística contemporánea. Desde sus primeras incursiones en las que Estruch alteraba, modificaba o rompía su voz presionando sus cuerdas vocales con cordones enrollados alrededor de su cuello hasta sus propuestas más recientes en las que la complejidad de su voz, junto al movimiento de su cuerpo y los dispositivos que construye para interactuar con ellos en el espacio donde sucede todo nunca me deja indiferente, lo que obtengo cada vez que asisto a cualquiera de sus acciones es una nueva conexión con un modo instintivo, ancestral y hasta animal de “hacer arte” capaz de desestabilizar la deriva de unas convenciones cada vez más complacientes desde el punto de vista artístico y, quizás por ello, cada vez menos interesantes para mí.


Nacida en Barcelona en 1981, Laia Estruch se forma en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona cursando el final de sus estudios en The Cooper Union de Nueva York[7], una universidad privada situada en el East Village de la ciudad de los rascacielos y considerada como una de las más prestigiosas de EEUU con sus escuelas de arquitectura, ingeniería y arte en los puestos más altos de los ránquines de calidad de aquel país. Con una práctica artística que se desarrolla, desde sus inicios, en torno al ámbito de las artes en vivo y/o la performance, en el que la voz (su voz) no tarda en erigirse en materia prima de unas propuestas articuladas por la acción de su cuerpo en relación con unos dispositivos escultóricos concebidos como resortes dispuestos a ser usados por ella en cualquier momento, Estruch es autora de unos proyectos concebidos para hacer audibles contenidos textuales o gráficos procedentes de archivos diversos con el fin de recrear de nuevos mediante la escritura de partituras y el registro del sonido que se genera al reproducirlos con su voz.
Desde su presentación en Barcelona en 2011 con Jingle, dentro del programa Barcelona Producció’11[8], Estruch centra su producción en tensionar y ampliar “los límites del arte contemporáneo, la palabra hablada y el teatro experimental con el fin de explorar la gramática comunicativa y emotiva de la voz a capella y poner a prueba las convenciones de su puesta en escena. El interés de Laia Estruch se centra en los extremos y porosidad de la palabra oral en su relación con el canto y el sonido en bruto. La articulación de ruidos y significados a menudo abarca y excede el lenguaje vocal humano: respiración, exclamación, murmullo, aullido, gritos y susurros. La voz es remodelada como un objeto supra humano extraordinario. En las performances de Estruch vemos escenas y acciones en las que su cuerpo queda suspendido sobre el nivel del suelo”[9] -mediante estructuras que recuerdan las de los parques infantiles de los años 60-70 (Moat, 2016-2018[10])- interacciona con el agua -mediante dispositivos que remiten a elementos de piscina (Crol, 2019[11]), o a objetos a medio camino entre bebederos de animales de granja y el diseño industrial (Sibina, 2019[12]), o a lonas, concavidades y boles para líquidos (acciones sonhoras #12, 2019[13]) o alrededor de una fuente en la plaza de un pueblo (Improvisación núm. 2, 2022[14])- transita el interior de una estructura tubular hinchable – (Trena, 2023[15])– evoluciona por escenarios elevados –Ganivet (2020-2021), Ocells perduts, 2021, Kite-1, 2022 o Kite2, 2023) o bien se mimetiza con el paisaje dialogando a través de la palabra, su voz, una melodía, el tacto y su movimiento corporal con elementos de la naturaleza como ríos, árboles o montañas (Faronda, 2021[16], Ocells perduts V67, 2022 o Hute, 2022[17]).
Autora de una obra cuya variedad tipológica responde al deseo de la artista de experimentar los límites de la improvisación oral y corporal sin olvidar que el motor de su exploración personal gira en torno a la práctica escultórica vinculada íntimamente al arte de acción como generador de volúmenes[18], Estruch tiene la capacidad de situar al espectador frente a las puertas de un universo que se abre de par en par a aspectos de nuestra existencia de orden más atávico, instintivo y animal de los que sólo somos conscientes cuando alguien les despierta del letargo al que les invita nuestra simpática y empática sociedad, para poder guiar, de por vida, la deriva de nuestros días.
Si en las obras que concibe Estruch al amparo de dispositivos concebidos como escenarios, partituras, instrumentos sonoros o archivos abiertos, es donde la artista despliega un amplio catálogo de capacidades expresivas apto, únicamente, para mentes abiertas, despiertas y ávidas de sensaciones aletargadas, es en las que concibe a pelo y sin elementos adicionales que su contenido se aproxima a prácticas de artistas tan referenciales para ella como Esther Ferrer, siempre tan interesada en visibilizar el proceso creativo en el tiempo/espacio, movilizar y transformar el cuerpo o potenciar la obra mediante la repetición y el azar, dos de los aspectos por los que, indefectiblemente, se la vincula a corrientes de arte minimalista y conceptual alimentadas por prácticas reflexivas en la estela de las de Stéphane Mallarmé, Georges Perec, John Cage o Fluxus.


Desde Jingle (2011) hasta hoy creo que he visto o asistido a una quincena de acciones y/o exposiciones de Laia Estruch y si me acuerdo de todas ellas es porque no hay ni una sola que me haya dejado impasible y porque siempre han conseguido avivar en mi (¡toma cursilada!) una reacción de sensaciones en cadena tan estimulante, contradictoria e imprevisible como para permitirme comprender que si en el arte no todo es nefasto es porque siempre existe una grieta a través de la cual se puede colar un rayo de luz y esperanza (¡toma cursilada! Bis). Ahora bien, si las propuestas de Laia Estruch concebidas junto a dispositivos escultóricos son las que le brindan un apoyo expresivo de índole más intempestivo, impactante y sorprendente es en las que dispone solamente de la palabra cuando consigue que aquella fragilidad que siempre aparece en cualquier momento de sus acciones derive en un torrente de gran hondura conceptual capaz de aniquilar a quien la ve actuando sobre un escenario[19], exprimiendo hasta decir basta las posibilidades del spoken word, explorando las partituras en el ámbito físico de un espacio o sometiendo la voz que parece surgir de cada uno de los poros de su cuerpo a la fuerza tempestuosa de una energía centrífuga que pone los pelos de punta a quien conecte con ella de forma instintiva. Es decir, sin poder pensar demasiado.
Si me da la sensación de que concentrar en una sola exposición el raudal de sensaciones y pensamientos que cruza la obra de Laia Estruch de principio a fin no debe haber sido tarea fácil ni para la artista ni para Latitudes, creo que la exposición que entre todos han articulado cumple, como mínimo, la función de haber intentado articular, por primera vez en un museo, la enjundia conceptual del trabajo[20] de una artista que lleva años trabajando constante y duramente, que siempre evoluciona de manera coherente y que todas sus acciones representan una vuelta de tuerca más al arte de (su) acción, a la hondura de su voz, al lenguaje de su cuerpo, al terreno de investigación y a la exploración de una práctica escultórica tan funcional y sugerente como compleja y repleta de matices. Lo cual no está nada mal.
Por bien que, tal como he insinuado desde inicio de este texto, la exposición de Laia Estruch en el Reina Sofía[21] no ha colmado tanto mis expectativas como las del 95% de quienes me hablaron de ella, creo que es una pena no haber resuelto semejante apuesta artística ofreciendo más espacio a Hello Everyone para evitar tener que mostrar, como si se hubiera secado, el torrente de vida que atraviesa todos los dispositivos escultóricos de Estruch o tener que visionar en formato mini videoclip expeditivo los registros audiovisuales de unas acciones, siempre intensas y libres, pensando más en el horizonte de un telespectador que en el deseo de un amante del arte.
De haber considerado aspectos así creo que la voz de Laia Estruch se hubiera escuchado de forma clara y más fluida.
[1] https://montornes.net/2017/12/19/guillaume-bijl-exhibition-adn-platform-sant-cugat-del-valles/
[2] De un espacio funcional a un espacio expositivo.
[3] Latitudes son Max Andrews y Mariana Cánepa Luna. https://www.lttds.org/about/?lang=es
[4] Como afirman sus comisarios en el folleto de mano de la exposición. https://www.museoreinasofia.es/exposiciones/laia-estruch
[5] https://www.museoreinasofia.es/exposiciones/laia-estruch
[6] Título de la exposición de Laia Estruch en el MNCARS de Madrid, abierta hasta el próximo 1 de septiembre y cuya visita recomiendo vivamente por lo difícil que debe resultar reunir en un espacio tanta cantidad de obra de Laia Estruch https://www.museoreinasofia.es/exposiciones/laia-estruch
[7] https://es.wikipedia.org/wiki/Cooper_Union
[8] https://www.lacapella.barcelona/es/jingle
[9] Texto procedente de: https://www.macba.cat/ca/exposicions-activitats/exposicions/apunts-per-a-un-incendi-dels-ulls-panorama-21/laia-estruch
[10] https://www.macba.cat/ca/obra/r6712-moat-1/
[11] Vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=Em1C6yy811g
Entrevista: https://www.tea-tron.com/fernandogandasegui/blog/2019/11/01/laia-estruch-crol-es-un-entrenamiento/
[12] https://www.fundaciopalau.cat/event/laia-estruch-sibina/
[13] https://www.sonhoras.org/2019/01/25/laia-estruch-2/
[14] https://www.arbar.cat/es/ciclos-acciones-aa-aa/2022-estudios-sobre-el-horitzonte/laia-estruch-improvisacion-num-2/
[15] https://www.museunacional.cat/es/trena-laia-estruch
[16] Video de la Bianyal 2021: https://www.youtube.com/watch?v=dLNv5lTVAA4
[17] Video de Hute: https://www.youtube.com/watch?v=k9AOKqf5a04
[18] Dice Laia Estruch “Llego a la acción desde el mundo del arte con mi cuerpo y para mí esto ya es escultórico. Entiendo la performance como un acto de volúmenes. Cuando nuestro cuerpo se mueve genera llenos y vacíos, como los sonidos crean materialidades y volúmenes en el espacio, texturas, dimensiones, lo que para mí es escultura en un sentido abstracto y personal. Luego estarían las estructuras con las que trabajo, que tienen a su vez un volumen que me pide y permite performatizar el cuerpo. Para mí todo es escultura y acción, no las puedo entender de forma separada”. https://teatenerife.es/actividad/moat-iii-de-laia-estruch/2688
[19] Enlloc d’actuar fabulo. Sala Villarroel 2012. Proyecto deslocalizado de Barcelona Producció’12 https://www.lacapella.barcelona/es/en-lloc-dactuar-fabulo
[20] Comisarios de la exposición de Laia Estruch en el Reina Sofía.
[21] Y de lo cual me alegré felicitando inmediatamente tanto a la artista como a Max y Mariana.
































































































































