El pasado 21 de noviembre, bajo el influjo de esa especie de euforia que de vez en cuando nos proporciona el arte, escribí lo siguiente en mi muro de facebook:
En 1989 pude ver en el CNAC Magasin de Grenoble Caravan Show de Guillaume Bijl. Fue tal el impacto que me causó aquella propuesta que hasta el día de hoy nunca he podido olvidarla. Y no pienso que lo vaya a hacer. En su honesta y transparente simplicidad se ponía de manifiesto lo que no consigue ni por el forro la vacua complejidad de la que, a menudo, también se nutre el arte. Y si me apuráis, hasta yo mismo.
Poder hacer una exposición con/de Guillaume Bijl 28 años después de lo que, para mí, fue un verdadero artytsunami, me hace sentir tan bien que no se me ocurre otra cosa que agradecer a Adn Galeria Miguel Á. Sánchez la confianza que, desde el principio, depositó en este proyecto.
Y otra cosa, me encantaría que vinierais a la inauguración de esta exposición este sábado 25. Si no conocéis al artista, quizás valga la pena venir a hacerlo.
Para reservar plaza en el bus que se habilitará para ir y volver de BCN a Sant Cugat hay que contactar con la galería ADN y apuntarse a communication@adngaleria.com. No basta con poner un like. El bus saldrá después de la inauguración de Pep Vidal en la galería ADN. En Platform, además de Guillaume Bijl también expone Pep Vidal y la maravilla de Anna Dot.
Se trataba de un post escrito desde adentro hacia afuera y no mentía en absoluto. Necesitaba compartir con cuantos más amigos mejor lo que para mí no sólo era otra exposición sino algo realmente muy especial. A saber: el privilegio de poder trabajar con un artista cuya estela todavía se mantenía viva desde que viera una exposición suya hacía poco menos de treinta años.
Guillaume Bijl es un artista que nace en Amberes en 1946 y su llegada al mundo del arte acontece cuando, tras unos pequeños escarceos en el mundo del teatro, dirige su carrera hacia el ámbito de las artes visuales sin pasar por la academia, aplicándose de manera autodidacta en el conocimiento y técnica de la pintura y saltando de un estilo a otro en busca del lenguaje que mejor se adaptara a su manera de entender el mundo. Harto del fracaso de esta empresa pictórico-autodidacta que le mantiene obsesivamente ocupado entre los 15 y 25 años, Bijl abandona la bidimensionalidad para consagrarse, hacia finales de la década de los 70, a la realización de una obra que, en la estela de sus conocimientos escénicos pero también de las bases del arte conceptual, consigue involucrar al espectador de forma directa, inmediata y sin que, necesariamente, se dé cuenta de ello.
Impulsado por la situación artística que se vive en Bélgica en los años 70, Bijl escribe en 1979 el Proyecto de Liquidación del Arte, una suerte de manifiesto seminal a través del cual cuestiona a quienes consideran el arte poco funcional, el perfil de las nuevas tendencias poco menos que degradante o la postura anárquica que enarbolan ciertos artistas de la contemporaneidad como un peligro en toda regla para la ortodoxia del arte y los convencionalismos creativos.
A través de esta declaración de intenciones -o de denuncia- impulsada por el desinterés del gobierno belga hacia la cultura y la creatividad, Bijl se anticipa a la existencia de una sociedad cuya cultura pudiera ser juzgada en función de su rentabilidad -¿a alguien le suena las industrias culturales?- y en la que su modo de democratizar la cultura perpetuase un modelo de subvención focalizado no tanto en la investigación y el riesgo como en el fomento de una oferta a la altura de las expectativas de un público cada vez más amplio. Por bien que a partir de este momento ésta será la razón por la que la obra de Bijl irá evolucionando a nivel conceptual, no hay que dejar de considerar que sus propuestas son respuestas irónicas a la participación del espectador en la obra de arte -tan en boga durante los 60- así como una denuncia en toda regla al sistema del arte y la economía que le sostiene.
Consagrado desde hace 40 años a la realización de instalaciones que, situándose entre la realidad y la ficción, son una provocación tanto para el mundo del arte como para nuestra sociedad de consumo, Bijl elabora y muestra lo que, siendo un espejo de nuestra sociedad, mañana puede ser visto como naturalezas muertas de lo que hoy es nuestro presente.
La primera instalación que realiza Bijl junto a la publicación de su manifiesto y que marca el rumbo de su obra a partir de 1979 es Autorijschool Z, la autoescuela que realiza en abril de este mismo año en la Galería Ruimte Z de Amberes. Recreando a la manera de un trampantojo tridimensional lo que sería una autoescuela donde hasta entonces hubo una galería, lo que ofrece Bijl al espectador es la posibilidad de ser actor en un espacio o intersticio donde lo real se une indefectiblemente con lo ficticio o artificial. La paradoja de este lugar manifiestamente útil para la comunidad radicaba en que, en verdad, se veía privado de su valor de uso. Y es que al estar, como el espectador, al mismo nivel de la calle lo que provocaba este entorno ready-made era que la gente que visitaba la exposición se confundía con quienes entraban para informarse sobre las clases que allí se daban. Según dice el artista, los niveles de lectura que se imbricaban en esta intervención eran básicamente tres:
– el planteamiento de una situación en trampantojo, es decir, mostrando el fin de una galería (para el público del arte) frente al nacimiento de una nueva autoescuela (para el peatón o público no específico del arte)
– la manifestación de un fenómeno muy de una época (una autoescuela) mostrado con absoluta banalidad y, sobre todo, mucha ironía
– y en la medida en que todo sucedía en el espacio de una galería, la posibilidad de interpretar esta autoescuela como una imagen tridimensional, una escultura, un ready-made o, por qué no, una naturaleza muerta.
A raíz de las lecturas que se derivaron de esta intervención, Bijl empezó a realizar Instalaciones de transformación en distintos lugares y momentos diferentes. Una producción que, llegando hasta el espectador bajo la forma de todo tipo de iniciativas útiles, es lo que configura el registro visual que, de nuestro presente, sigue llevando a cabo este artista.
Para ordenar las tipologías de esta epopeya visual a través de la que Bijl cuestiona nuestro presente y cotidianeidad, el propio artista clasifica su producción en cuatro categorías muy precisas y un apéndice para obras posteriores:
– Instalaciones de transformación: Instalaciones en las que la realidad se reproduce en la no realidad, es decir, en un espacio de arte. Se trata de una propuesta, en las que, como esta instalación que ha realizado ex profeso para Adn platform, el espacio muta.
– Instalaciones de situación: Instalaciones en las que la no realidad (el arte) se inscribe en la realidad, es decir, en el espacio público. Se trata de propuestas en las que el evento resuena en un espacio.
– Composiciones: Obras concebidas a la manera de bodegones arqueológicos o naturalezas muertas contemporáneas.
– Sorry works: pequeños ensamblajes incoherentes y abstractos realizados a partir de objetos existentes y poniendo de relieve la extensión más poética y absurda de su obra.
– Turismo cultural: obras realizadas a partir de 1990 y que están relacionadas con la historia y el turismo en general.
Convencido de que la vida no es una farsa pero sí la sociedad que la ampara debido a la artificialidad de nuestros valores, el capitalismo y sus paradojas, la imparable contaminación, la explotación a todos los niveles y hasta incluso las guerras, la obra de Bijl, en cualquiera de sus categorías, es una prehistoria de nuestra civilización en el preciso momento en que lo plasma. Se trata de simulacros o «decorados contemporáneos» destinados a explorar el límite entre el arte y la realidad social inspirándose en lo más banal, trivial y próximo a nuestra cotidianeidad. También se trata de una producción que, sacando a la luz de la rutina la complejidad de los procesos sociales como hiciera Duchamp a través del diálogo con los objetos, más que crear una ilusión de realidad lo que hace es evidenciar el carácter ilusorio de cuanto nos rodea.
La obra que hasta el próximo 28 de abril de 2018 se puede ver en ADN Platform, pertenece, como hemos visto, a la serie de sus Instalaciones de transformación. Se trata de la reproducción a escala 1:1 de un almacén de venta de colchones a precios muy razonables. Un almacén que, como suele suceder en la vida real, se halla a las afueras de una ciudad, en un entorno industrial y al que sólo solemos ir en busca de chollos o de buenas oportunidades. Con una apariencia tan real como que a nadie le extraña contemplar lo que tiene delante, lo que muestra Guillaume Bijl no es tan solo un almacén de colchones baratos sino el retrato de nuestra sociedad a través de una manera de consumir muy precisa. Es decir, a través de la compra de colchones en polígonos industriales. Algo muy propio de nuestro presente pero absolutamente inimaginable hace ahora 40 años y quien sabe si seguirá siendo así allá por el año 2050. De ahí que Bijl diga que, para él, cada una de estas instalaciones son arqueologías de nuestro presente.
Al inscribirse en marcos asociados al arte -a saber: galerías, centros culturales, museos, centros de arte, fundaciones, etc.- las sorpresas que nos depara Bijl en cada una de sus instalaciones de transformación también tienen que ver con nuestro modo de «consumir» el arte. Por ello, aunque en apariencia resulten graciosas, se diría que son propuestas que, al margen de las sonrisas que despiertan, inducen a reflexionar hasta qué punto participamos de lo vemos, actuamos frente a lo que percibimos, nos dejamos acariciar por lo que contemplamos o nos abandonamos en brazos de lo primero que vemos porque nos resulta familiar, conocido, confortable y para nada problemático.
El sábado 25 de noviembre, día de la inauguración, acudió bastante gente para ver lo que habíamos preparado. El propio Guillaume Bijl, sentado junto a la puerta y sin parar de fumar, controlaba el acceso al almacén para evitar aglomeraciones y que su obra quedara desactivada por una desmesurada afluencia de público. No se trataba de evitar que hubiera gente como de que la gente que estuviera dentro creyera realmente que estaba en un almacén de colchones. Algo que, según mi parecer, se consiguió sin demasiado problema.
Tras la inauguración y el catering que se sirvió, la gente abandonó el almacén en los dos autobuses con que habían llegado. Y los que nos quedamos allí, abandonados, tuvimos la sensación de que había acabado de pasar un tsunami.
El regreso a la normalidad no significa que todo acabe sino más bien todo lo contrario. Ayer, sin ir más lejos, regresé de nuevo a ADN Platform para visitar la exposición con los responsables de la fábrica de colchones, es decir, con los responsables de la firma de la que procedía el material, la publicidad y todo lo que precisamos para reproducir tan sofisticadamente aquel decorado sumamente banal. Así como el día de la inauguración me intrigaba saber qué pensaría el sector del arte al ver que uno de sus espacios había sido ocupado por un almacén de colchones, lo que más me intrigaba de la visita con sus fabricantes era saber qué pensaban los industriales al ver sus productos expuestos -nunca mejor dicho- de otra manera y en otro contexto. Y la verdad es que alucinaron bastante: junto a la dificultad de entender que «su producto» se había convertido en obra de arte y que ya no eran los colchones que fabricaban y vendían sinó otra cosa que se les escapaba, se unía el hecho de que estaban expuestos de un modo que les resultaba familiar aunque en verdad no lo fuera tanto.
A mi pregunta de qué les resultaba extraño en el modo en que Bijl había dispuesto los colchones fueron apareciendo, una por una, las razones por las que aquella intervención en lugar de ser un almacén de colchones había derivado en la obra de alguien que, como es un artista, nos confronta con la realidad a través del arte.
Exactamente como las palabras de los fabricantes de aquellos colchones.
Biografía:
Guillaume Bijl nace en Amberes, Bélgica, en 1946, ciudad en la que vive y trabaja. De formación autodidacta en el ejercicio de la pintura, Bijl irrumpe en la escena artística internacional tras su notable primera exposición en la galería Ruimte Z de Amberes en 1979 y el cambio de rumbo que representa para su carrera. Desde entonces hasta hoy, además de realizar anualmente una o varias exposiciones individuales en museos, centros de arte y galerías de EEUU y Europa, participa en acontecimientos internacionales como la Biennal de Venecia (1988 i 2009), la Documenta de Kassel (1992), la Biennal de Sidney (1992), la Biennal de Lyon (1993 i 2011), Sonsbeek’93, la Biennal de Busan (2006), Skulptur Projekte Münster (2007), la Biennal de Estambul (2013), Manifesta (2016), etc. Profesor de escultura en la Kunstakademie de Münster entre 2001 y 2011 y laureado en 2012 con el IV Premio de Bellas Artes de la ciudad de Amberes, Bijl es un artista cuya obra forma parte de numerosas colecciones públicas y privadas de todo el mundo. Tras su participación en la tercera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo, Edge 92, realizada en Madrid en 1992, esta exposición de Bijl es la primera individual que realiza en nuestro país.