Joan Colom. Yo hago la calle, fotografías 1957-2010. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona

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Mientras el cantábrico se rompía con olas de hasta quince metros y las tormentas daban miedo, la situación en el tercio norte de la costa mediterránea era muy distinta. Tras dos días de viento y una ligera amenaza de lluvia, el día amaneció despejado, soleado y bastante caluroso para ser invierno. Pese a que a la hora en que escribía esto -14:42h-, el tiempo cambiaba a peor, ¿qué es lo que más me podía apetecer? Pues justamente lo que, para aquella tarde, mi amiga E y yo habíamos decidido hacer: la calle.

Para ello nos citamos en la puerta del MNAC a las cinco de la tarde. Porque la calle que íbamos a hacer, a diferencia de la que está en la ciudad, era la que Joan Colom (Barcelona, 1921) había retratado entre 1957 y 2010 y que, hasta el próximo 25 de mayo, se puede visitar en este museo considerado, desde esta exposición, como el custodio del fondo personal de este fotógrafo catalán donado al MNAC en el año 2012. Se trata de un fondo que, entre negativos montados en marquitos de diapositivas, cortados en tiras o en hojas de contactos, copias de trabajo y copias acabadas, en papel, blanco y negro, color, etc películas, revistas, catálogos, recortes de prensa, documentación variada, etc, representa la posibilidad de sondear tanto la carrera peculiar de uno de los renovadores del lenguaje de la fotografía española de la segunda mitad de los años 50 -a través de una fotografía caracterizada por su carácter dinámico, aleatorio y serial- así como la idiosincrasia de una parte muy concreta de la ciudad desde el ojo de quien, durante años, la transitó con una cámara invisible a la mirada de quienes quedaron fijados en ella.

Por bien que las obras de la exposición han sido dispuestas siguiendo un orden cronológico, se me antoja que la muestra, más que responder a una voluntad antológica, vendría a ser como el resultado de una investigación a partir de un momento tipo vamos-a-ver-que-hacemos-con-todo-lo-que-tenemos-del-archivo-personal-de-Joan-Colom. Y lo que, sabiamente, han hecho sus dos comisarios –es decir, David Balsells y Jorge Ribalta- ha sido agrupar buena parte de las obras en series, grupos o momentos significativos en los que Colom las realizó y con el ánimo de ordenar la totalidad alrededor de la obra por la que se le reconoce como gran fotógrafo. Nos estamos refiriendo a la serie La calle, realizada entre 1958 y 1964 y por la que Colom se convirtió en un experto del disparo con “la cámara en la mano, por debajo de la cintura y sin mirar por el visor”. Algo por lo que, posteriormente, sería requerido por Oriol Maspons para cubrir para la Gaceta Ilustrada el juicio por el crimen de la calle Aragón en el que murió asesinado el Sr. Rovirosa. Cuando corría el año 1964.

La exposición se inicia con las fotos realizadas entre 1957 y 1960 y que, agrupadas bajo el título de Salonismo, consta de las instantáneas captadas por Colom durante las procesiones de Semana Santa, escenas de piropos en la calle (preámbulo de su gran obra) y documentos de los concursos a los que se presentó hasta su renuncia explícita en 1960. Junto a fotografías que ya nos sorprenden por la fijación de Colom en la expresión de unos rostros entregados, se presenta un carrusel de diapositivas en color disparado por el fotógrafo durante la Semana Santa de 1959. Una pequeña joya.

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De ahí pasamos a las fotos realizadas por Joan Colom como miembro del grupo El Mussol 1960-64. Un grupo de ocho fotógrafos -4 de Barcelona y 4 de Terrassa- que, como tal, parece que sólo expuso en un par de ocasiones. Además de Colom, los otros miembros de este colectivo fueron Jordi Munt, Enric García Pedret, Ignasi Marroyo, Antoni Boada, Josep Bros, Jordi Vilaseca y Josep Albero. Aparte del interés que pueda tener la actividad de este grupo en tanto que colectivo-entregado-a-una-actividad-grupal, lo que, a mi personalmente, más me interesó de esta sala fueron dos cosas:

– las 7 fotografías en gelatina de plata de texturas, cortezas de árboles y rocas realizadas en 1961 por Josep Mª Albero y que, agrupadas bajo un simple Sin título, me transportaron de inmediato a las Montañas encantadas realizadas por Michelangelo Antonioni en 1964

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– y, por otro lado, las 5 fotografías de pequeño formato realizadas en 1960 por Ignasi Marroyo de la exposición de este grupo en la sala Aixelà. Si bien se muestran en una vitrina puesto que su interés se debe a una cuestión de carácter puramente documental,  estas imágenes nos brindan la posibilidad de hacernos una idea de cómo han cambiado las cosas en relación al montaje de exposiciones, conceptos espaciales, cuestiones vinculadas al respeto a las obras y demás aspectos de este calibre. Contrariamente a las salas blancas, impersonales, limpias, frías y distantes que tanto abundan en la actualidad –o sea, cubos blancos-, lo que vemos en las tomas de Marroyo son salas con cortinajes, muebles auxiliares entre las fotografías, obras colgadas con cuerdas del techo y, por supuesto, separadas de la pared. Es decir, todo como muy normal.

Si a estas alturas de nuestro paseo se podría decir que ya entramos en materia, no es hasta llegar a la tercera sala cuando hallamos el núcleo duro de la exposición. Porque es en ella donde se concentra la intensidad de La Calle (1958-1964), la fugacidad de las miradas, lo grotesco del gesto, el drama de la vida, la alegría de vivir, la sorna, la sarna, otro tipo de sutilezas, el olor a perfume barato, restos de vómito o sangre en la calle, esa espera casi siempre amarga, el recuerdo de un polvo, la soledad más descarnada, el cariño o su falta. Y todo ello en cuatro apartados:

–        las 49 fotografías pertenecientes a la serie La Calle que Joan Colom mostraría en 1961 en la sala Aixelà de Barcelona –dirigida, por aquel entonces, por el crítico de fotografía Josep Maria Casademont responsable del concepto de «nueva vanguardia» en la fotografía española desde que así la denominara en 1959- y de las que una se he tenido que retirar a petición de una de las fotografiadas.

(Como dato a pie de página me gustaría decir que esta mítica exposición se inauguró el 17 de junio del 61 y se clausuró el día 30 del mismo mes. O sea, que sólo duró 13 días. Algo absolutamente inimaginable en momentos como el actual),

–        fotos hechas en la calle, principalmente a niños, gitanos, tenderos, etc…

–        imágenes del entorno de la prostitución y que se publicaron en el libro Izas, Rabizas y Colipoterras realizado por Colom en colaboración con Camilo José Cela y publicado por Lumen en 1964. Según se lee en un recorte del periódico Porqué del 20/05/1964, una de las prostitutas los denunció al considerar que se la había injuriado. Aunque perdió el juicio, les pedía 1 millón de pesetas.

–        Una película en blanco y negro rodada en 8 mm y de 28’ de duración, entendida como un experimento puntual y realizada por Colom en 1960 paralelamente a sus fotos siguiendo esa costumbre tan suya de la cámara oculta. Frente a la proyección de esta película, una mirada nos inquieta: es la del propio Colom retratado en 1961 por Ignasi Marroyo mientras fotografiaba el Barrio Chino con su Leika en la mano. Un must.

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Al salir de esta sala, se diría que a uno ya no le hace falta ver nada más. Pues es tal la intensidad que se concentra entorno a unas imágenes de extraordinaria calidad visual, conceptual, emocional, antropológica, filosófica, narrativa y vital que lo que venga después difícilmente lo superará.

Tras pasar por un par de salas donde se nos acerca a la actividad de Joan Colom entre 1962-64 participando en campañas de promoción turística de París, fotografiando los espacios de la SEAT (magníficas, por cierto), escenas taurinas, trabajos en colaboración con Ignasi Marroyo, más Semanas Santas, etc, llegamos a las imágenes que el fotógrafo captó con su cámara oculta del juicio por el asesinato de la calle Aragón y que fueron publicadas en la Gaceta Ilustrada en 1964. Por bien que el interés de estas imágenes reviste en el morbo de acceder secretamente a un juicio sonado, es curioso que fuera Colom el encargado de hacerlas dada su destreza con la cámara oculta.

Cuando la cosa parece que decae y las imágenes que vemos ya no nos dicen prácticamente nada, se llega a lo que podría ser el segundo núcleo de la exposición. O cuando menos, a una muestra –pequeña, minúscula- del cerebro del que sale lo que hemos visto hasta el momento y del que se intuye que, si se quiere, podría salir muchísimo más. Nos referimos a la sala titulada El archivo de Joan Colom y su trabajo tardío 1977-2010. Se trata de dos salas donde la acumulación de material es lo que, en primera instancia, atrapa al espectador.

– En la primera sala: interesantísimas y curiosas hojas y hojas y hojas de contactos sobre los que trabajó Colom para reencuadrar sus imágenes hasta darlas por buenas. Además de acercarnos a su particular manera de mirar y trabajar, lo que nos ofrece esta sala es la posibilidad de entender la estructura conceptual del archivo de Joan Colom tal y como lo ordenó y que así donó al MNAC (una verdadera maravilla para fans, freakys y forofos del archivismo).

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– Y, en la segunda sala: 44 fotografías en blanco y blanco entremezcladas con 145 en color, ocupando la totalidad de la superficie de los muros y realizadas por Colom allí donde se aplicó en quedar retratado como uno de sus grandes admiradores. O ilustrado voyeur. O subjetivo observador. Es decir, el Barrio Chino de Barcelona…

…desde una mirada consagrada en convertir un denostado microcosmos en un mundo de sentimientos tan opuestos, crudos, crueles, limpios, inocentes y cutres como el que hay en cualquier parte. Porque en el fondo, no somos tan distintos.

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PD: Tras mi visita a la exposición, me dirigí al Barrio Chino donde había quedado con mi buen amigo P. En vista de que se retrasaba –esa amarga espera…- me hice algunas calles. Y vi que eran las mismas que había visto aquella tarde. Como también su uso. Es más, si no hubiera sido por el cambio de indumentaria, hubiera pensado que caminaba entre fotografías. Cuando llegó P nos fuimos de allí. Estaba harto de tanta calle, prostituta, frío y olor. Y nos fuimos a cenar al Belmonte. Tras una fantástica cena pasada muy a gusto y en buena compañía, salimos a la calle pese a la lluvia que caía. Tras dejar a P en su casa, llegué a la mía completamente empapado. Pensé que era el peaje por haberme pasado con tanta calle. Y que el sol, cuando sale, no siempre lo hace para traer el buen tiempo. En todo caso, algo me pasó. Y aquella noche, dormí tranquilo.

Más información (MNAC)

Más información (Rte. Belmonte)

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Un comentario en “Joan Colom. Yo hago la calle, fotografías 1957-2010. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona

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