Javier Peñafiel. Pabellón Puente Zaha Hadid. Zaragoza

Si aventurarse a visitar el recinto de una exposición universal en este país le puede deparar a uno una experiencia sumamente desasosegante, estremecedora y hasta siniestra -especialmente si se hace pasados unos años desde el cierre de sus puertas- esto es algo que se puede traducir en inenerrable si lo que se va a visitar es la intervención de Javier Peñafiel en el Pabellón Puente de Zaha Hadid para la expo de Zaragoza de 2008. Pero no del mal rollo, que quede claro.
Consistente en una pieza de audio surgida de conversaciones con habitantes de la ciudad y una edición más que depurada de las más de 700 horas que consiguió grabar, la propuesta de Javier es un homenaje a la memoria de lo que un día se configuró como el foco máximo de interés de una ilusión colectiva. Justamente lo que se puede apreciar tras la escucha de las ocho pistas que el artista distribuye por la zona más abierta del puente y los momentos corales en los que se pueden escuchar -a pares- las palabras más repetidas durante las conversaciones y que son las que acompañan al visitante desde la entrada al recinto hasta la zona donde se escuchan las voces.
A diferencia del horror de las piezas de audio con que se amenizan las visitas a cárceles en desuso, minas de extracción de minerales, pasadizos secretos bajo las ciudades o en los parques temáticos, esta obra de Javier permite que nos sintamos menos solos en medio de un paisaje que, de ser visto en silencio, parecería el del día después de una explosión nuclear. Acompañándonos yendo solos a través de la textura de una voz, el carraspeo de una garganta, distintos momentos de duda humana, la tesitura de un funcionario, la inociencia de un emigrante o la cálida palabra de una voz anodina, lo que consigue Javier es que, casi sin pensar, nos interesemos por cada uno. Por la historia de cada uno.
Cuando decides que te vas y empiezas a oir a lo lejos la voz de un niño como perdido, es cuando empieza lo peor. Porque te giras para ver quien es. Porque te das cuenta de la chorrada que acabas de hacer. Y porque es entonces cuando te topas de bruces con lo solo que estás de verdad. Desde el día en que nacemos.
Relatada por no sé que razón a la manera de una experiencia entre mística, sublime, y profundamente intensa, lo cierto es que no estaríamos muy lejos de sentirla de este modo si no fuera por lo que el espectador se debe tragar antes de alcanzar esta zona de pensamiento: el espanto de exposición en el que incomprensiblemente se enmarca esta propuesta de Javier y que está dedicada a conmemorar los cinco años de la expo de Zaragoza. Luego nos quejamos de que no hay dinero!!!

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