Allan Kaprow. Otras maneras. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona

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Me alegra mucho poder decir que la exposición de Allan Kaprow en la Fundació Antoni Tàpies de Barcelona está siendo, para mí, como una suerte de bálsamo. Eso que resulta tan necesario para resetear el espíritu y seguir creyendo que, si se resiste en eso del arte, no es por equivocación sino porque todavía se hacen cosas que nos mantienen adherido a él pese a que, en alguna ocasión, se haya barajado la posibilidad de mandarlo todo al carajo y dedicarse a otra cosa.

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Si bien supe de esta exposición tanto a través de Laurence Rassel, directora de la Fundació Antoni Tàpies, como de Soledad Gutierrez, co-comisaria de la exposición junto a Rassel, o de Dora García, re inventora del primero de los happenings que se han programado para la ocasión, debo confesar que no entendí muy bien de qué iba nada. Y no tanto por Kaprow como por el modo en que pensaban desarrollar un proyecto bastante complejo de acuerdo a los preceptos que, tras la oportuna investigación de las comisarias, fueran susceptibles de recrear lo que sería un reflejo de este artista. O cuando menos, de su alma.

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Sea como fuere, la cuestión es que, en una de mis visitas a la biblioteca de la Tàpies de la que siempre-suelo-salir-con- subidón, vi que Laurence y Soledad estaban sentadas en un banco. Y que mientras ellas departían en lo que se me antojaba una conversación amigable, en la sala de exposición donde estaban -a saber: la central, la grande, la más chula, la de las columnas- trabajaban los carpinteros, se presentaban vinilos en la pared, se montaban unas mesas, instalaban corchos en la pared para colgar cosas, llegaba un sofá, llegaban archivadores y estaban en marcha dos monitores a través de los cuales se veían imágenes de los happenings de Kaprow y diverso material documental. Después de saludarlas, les pregunté qué hacían allí y me dijeron que estaban en la exposición. «¿Qué exposición?», les pregunté. Y me dijeron que en la de Kaprow. Que se había abierto aquel mismo día a la hora habitual de la Fundació -es decir, a las 10:00 am- y que, a partir de aquel momento, la exposición se empezaba a hacer. O sea, que no había habido ninguna inauguración, que tampoco se la esperaba, que la apertura no se había publicitado de ningún modo y que lo que estaba viendo con mis propios ojos era lo que tendría que empezar a asumir si quería entender de qué iba todo aquello.

Tras la charla que mantuve con ellas, al tiempo que salía de mi asombro, empecé a entender que lo imprevisible iba a ser el tuétano de aquel caldo que se iba a cocer a fuego lento hasta el próximo 30 de mayo, último día de la exposición. De modo que lo que tenía que hacer era aplicarme con todas las de ley para averiguar sus ingredientes o, cuando menos, de dónde procederían. Y me propuse que lo haría con todo lo que estuviera a mi alcance. Porque miren ustedes, aunque haya quien diga que está muy acostumbrado a ver este tipo de propuestas, a vivirlas en primera persona y que, de tanto verlas y vivirlas, está tan de vuelta de todo que no le hace falta perder ni un segundo, a mí, personalmente, este tipo de propuestas no se me presentan cada día. Y cuando lo hacen, no dudo en tirarme de cabeza. Si no, ¿cómo creen que me empapé de la de Xavier Leroy?. Pues así: yendo un día y otro también. Y creo recordar que, desde entonces, la posibilidad de sentirme tan extraño a la par que encantado viendo una exposición que no lo era, un espectáculo que tampoco o una propuesta que me pidiera a gritos algo más que un comentario, no se me había presentado hasta ahora y con esta de Kaprow.

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Así como la estructura de esta exposición permite que el proyecto se pueda entender como una suerte de organismo vivo y no un mausoleo en honor y gloria de un artista -en este caso de Kaprow- lo que en ella se puede ver y nada es prácticamente lo mismo. En realidad, lo único que se ve es el espacio desde el que, a modo de central de operaciones, se encarga de organizar, difundir, archivar, explicar acompañando, informar y reinventar para conectar con el presente, una buena selección de happenings de Kaprow a través de documentación específica, material gráfico y sesiones de trabajo que nos permiten comprender que allí se va a trabajar y no a pasar el rato.

Seleccionados para comprender la evolución de este artista desde su adscripción a la pintura durante los años 40 a la consideración de la experiencia como factor de interés tras haber pasado por los collage y los environments, los happenings que se han visto -y verán- en esta exposición se centran en el tema de las prácticas colaborativas y la posibilidad de crear redes -¡de haber existido internet en su época, seguro que Kaprow se hubiera vuelto loco!- a través de un suculento catálogo de instrucciones, experimentos de tipo pedagógico y propuestas libres y abiertas liberadas por completo de cualquier contrapartida. El interés de Kaprow por la capacidad de transformación del ser humano y su deseo de mezclar el arte con la vida, fue lo que permitió que su evolución en el arte pasara de la dirección y control directo de sus happenings a desmarcarse por completo con el fin de que fuera el espectador quien viviera y entendiera en primera persona que el hecho de hacer algo era un acto creativo. De modo que, para Kaprow, lo importante era la experiencia.

Una vez entendido que para captar la esencia de esta exposición tenía que romper con la idea de tiempo-para-consumir-exposiciones y expandirla hacia algo que todavía ignoro, me he propuesto frecuentar cuantas más veces posibles la sede del proyecto -o sea, la Fundació Tàpies- y participar activamente en los happenings que se programen. Pensados para que se sucedan durante el tiempo que dura la exposición, los once happenings que se han escogido está previsto que se lleven a cabo tanto en la sede de la fundación como en espacios como Bulegoa (Bilbao), el Museo Vospell Malpartida (Cáceres), escuelas públicas de secundaria, la calle, nuestras casas o, simplemente, allí donde se lean las instrucciones. Al fin y cabo leer también es una acto creativo. Asimismo, si algunos de estos happenings serán recreados por artistas, colectivos o cualquiera de nosotros a partir de las instrucciones de Kaprow, lo único que se pide es que sean site specificity -o sea, teniendo en cuenta el contexto y lugar-, que no den pie a la creación de ningún objeto y que, sobre todo, cuestionen el arte y al artista.

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Aunque para no perder demasiado el tiempo empecé a empaparme de esta experiencia-Kaprow el mismo día que en estuve hablando con Rassel y Gutiérrez, no fue hasta que llegaron los alumnos de Dora García en la escuela HEAD de Ginebra, cuando vi que la cosa tomaba cuerpo y que, por fin, vería algo. Debo confesar que necesitaba este algo para acabar de decidirme. Durante los días previos a la realización de 18 happenings in 6 parts, 1959 -el primero de los happenings programados y que, a modo de bisagra, sirve para cerrar la etapa más «formal» de Kaprow e introducirnos en la más conceptual- vi cómo los alumnos de Dora evolucionaban en sus ensayos, que los técnicos seguían cuidando el aspecto visual de la sala, que los carpinteros levantaban los muros donde se iba realizar el happening, que cada vez que entraba un visitante alguien iba a su encuentro para decirle que aquello era una propuesta expositiva y no que todos se habían vuelto locos y que este caos semi ordenado tenía su qué y yo la fortuna de vivirlo.

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Cuando tras cuatro días de ensayos asistí como público a la representación de este happening , no sólo disfruté de lo que estaba viendo sino que entendí que el proceso previo a su realización había sido lo que, realmente, me había puesto sobre la pista de Kaprow. Lo cual no quiere decir que me supiera a poco. Quiere decir que una vez vivido, experimentado y deglutido, la razón de su representación adquiría otro sentido. De modo que si el movimiento de los actores, la creación sonora de Jan Mech, la rigidez de la coreografía, la actitud del público, su reacción frente a lo que veían, la libertad reinventiva de Dora García y la especie de comunión que existía entre todos los asistentes merecería, de por sí, un análisis pormenorizado, me voy a parar en este punto porque de cuanto he dicho ya existe documentación. Al alcance de quien quiera.

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Tras este happening y ya en pleno vuelo, he podido saber-asistir-participar de otros happenings más. Concretamente de Six Ordinary Happenings, 1967 -realizado por alumnos de diferentes edades con sus profesores- Push and Pull: A Furniture Comedy for Hans Hofmann, 1963 -consistente en dos habitaciones repletas de muebles y objetos puestos allí para que el público los mueva- Self-Service, 1966 -propuestas para acciones tanto o más corrientes que las seis primeras pensadas para realizarlas cuando el público desee- y de todo cuánto se me pueda ocurrir que, sin devenir objeto, se realice en un lugar concreto y me invite a pensar en el arte y entender la vida sobre la base de lo que vivo. Sobre la base de mi experiencia.

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Al fin y al cabo ¿en qué consiste el arte sino en su capacidad de generar pensamiento?, ¿en qué consiste el arte sino en su capacidad de cuestionar?, ¿en qué consiste el arte sino en su…
(Continuará. O no)

Más información (Fundació Antoni Tàpies / expo Allan Kaprow)
Más información (Kaprow/Getty)
Más información (Bulegoa)
Más información (Museo Vostell Malpartida)

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3 comentarios en “Allan Kaprow. Otras maneras. Fundació Antoni Tàpies, Barcelona

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