Carolina Bonfim, Balmes 88 (el último baile), Galería Cyan, Barcelona

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balmes 88 (el último baile), 2 de frederic montornes en Vimeo.

Hasta que no abra sus puertas como nueva sede de la galería Cyan, lo que había sido el club Balmes 88 -un antro del que, hasta ahora, sólo he oído vagos recuerdos e impresiones distorsionadas y psicotrópicas- será el espacio donde Carolina Bonfim despliegue su catálogo de movimientos en lo que será su último baile. No el de Carolina sino el que vea este espacio por el que hasta hace poco se había arrastrado lo mejor de cada casa y que el día de mañana seremos otros quienes lo pisemos.

Inaugurado junto a los otros espacios que este año se han sumado a Jugada a 3 Bandas, la propuesta de CarolinaBonfim consiste en un «encuentro individual de carácter performativo y cuestiona las relaciones interpersonales mediante el uso de tecnologías de comunicación». Aunque de esta frase que figura en el programa sólo entiendo que se trata de una performance en solitario -lo de tecnologías de comunicación con relaciones interpersonales ignoro por dónde va- lo que sí les puedo asegurar es que ver a Bonfim bailando en solitario al fondo de un espacio en vías de remodelación con cascotes por el suelo, cables arrancados asomando por la pared, una luz de esas de obra, cascos de paleta entre montañas de escombros, la música a toda leche, polvo y más polvo y tu, de pie en la calle, mirándolo todo sin poder entrar, tiene su qué. Y es que obligando al espectador a actuar de voyeur al tiempo que, absorta en su mundo, Carolina reconstruye los movimientos que, durante horas y de manera sistemática, ha ido vampirizando de quienes bailaron junto a ella sin reparar en su presencia, lo que le parezca a quien pase por allí sin saber qué está sucediendo, poco o nada tiene que ver con la sensación de aislamiento y soledad que emana del rostro de una maquinera a la que le da igual si la miras o no, si sabes de qué va o no, si quieres saberlo o no o si te jode no poder entrar y tener que seguir mirándotela desde detrás de una barrera. Al fin y al cabo ella piensa seguir repitiendo (se)  hasta la saciedad el discurso que viene hilvanando con frases escritas a partir del movimiento de los demás.

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Poner al espectador contra las cuerdas sometiéndolo a unas normas que, si las acepta, le van a permitir acceder a una propuesta de la que lo ignora prácticamente todo salvo, quizás, la naturaleza de quien la concibe, requiere una dosis de curiosidad que, si uno está dispuesto a metérsela, le puede provocar una retahíla de sensaciones frente a las que pocas veces se va a encontrar y que, de tan extrañas y sugerentes que pueden ser, o no querrá meterse otra dosis o, por el contrario, se volverá adicto a estas sensaciones. Es decir, justo lo que me ha sucedido a mí, tras haber asistido en dos ocasiones a sendas propuestas de Carolina  de las que salí sin saber qué decir, absolutamente noqueado, preguntándome qué diantres había pasado y no pudiendo olvidar la experiencia hasta el día de hoy. Lo que no deja de sorprender. Al menos a mí.

Que lo de Carolina no pasa por gritar, por llamar la atención, por querer figurar entre lo más cool, por someterse a los dictámenes del sistema del arte, por dar concesiones de cualquier tipo o por hacerle la pelota al personal, es algo que se ve a simple vista por cuanto que su presencia es tan invisible como lo fue siguiendo a quienes, como yo, sucumbimos ante Corazón 190 el pasado mes de noviembre y que ya comenté en este mismo blog.

Por lo dicho hasta aquí no se puede negar que, a mí personalmente, el trabajo de Carolina me interesa bastante y que el hecho de que, cada viernes y sábado esté bailando como una tecno choni maquinera hasta que Balmes 88 se convierta en Cyan, me seduce tanto que, por poco que pueda, pienso ir hasta allí para ejercer de voyeur y ver como es capaz de aguantar el tipo quien, durante los tres meses que está previsto que duren las obras, se va a encerrar en sí misma para seguir pasando de los demás.

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Que no es lo mismo actuar unos días aprovechando el entusiasmo de una inauguración colectiva que someterse a la disciplina de una convicción, sabiendo que la mayor parte del tiempo estarás más solo que la una, es algo que aunque se sepa vale la pena comprobar. No solo por la capacidad de resistencia de quien lo propone sino también de quien lo contempla hasta ver saciada su curiosidad.

Al fin y al cabo, de esto también se nutre el pensamiento que genera el arte.

Por supuesto, a unos más que a otros.

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balmes 88 (el último baile) de frederic montornes en Vimeo.

Más información (Balmes 88)

Más información (Galería Cyan)

Más información (Jugada a 3 bandas)

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