Gino Rubert. Ex-voto. Galería Senda, Barcelona

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El universo ex-voto siempre me había dado mal rollo. Entrar en una iglesia y ver en alguna de sus capillas esa colección de brazos, piernas y pies de cera a tamaño real, órganos de hojalata, mechones de pelo, fotografías en blanco y negro o nombres del tipo Encarnación, Hipólito, Esperanza, Mariano o Eustaquio escritos en trozos de papel atados con una cuerda a otra pierna, cara, pie o dedo, no era exactamente lo que más me seducía. Es más, recuerdo que en cuanto los veía ponía pies en polvorosa.

Cuando entré en la Galería Senda y vi que Gino Rubert le había dedicado a este género la exposición que presenta hasta el 17 de mayo y que representa, para el artista, una etapa más en su camino hacia la representación de las «experiencias y emociones a las que se accede desde el marco animado y blindado de las relaciones sentimentales», me embargó una extraña sensación. Y es que si, a lo largo de su trayectoria artística, Gino había echado mano de disciplinas tan variadas como la pintura, el video o la instalación para hacernos partícipes de su particular universo, lo que veía en esta ocasión eran básicamente pinturas inspiradas en la tipología del ex-voto mejicano. Es decir, no en el de las piernas y brazos de cera sino el que combina la imagen pintada con un texto tanto para representar un acercamiento religioso como por hacerse eco de una expresión popular solemne y algunas veces picaresca de los altibajos del ser humano.

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Entendido como la constancia de un agradecimiento por un milagro, la manera en que el ex-voto resuelve plásticamente el mensaje hace que el texto que lo acompaña corra el riesgo de pasar a un segundo plano. De modo que, algunas veces, la información que se recibe por escrito, poco puede hacer frente a la competencia de una expresión plástica caracterizada por la ingenuidad típica de la imaginería popular mejicana y la escala desproporcionada de unos personajes que, con el fin de magnificar la noticia del bien recibido, se nos antoja como viñetas de un comic dedicado a Gulliver en el país de los Liliputienses.

Sobre los exvotos leo lo siguiente en mexicodesconocido.com. mx: «La producción de ex-votos pintados (exvoto: por promesa, designa al objeto ofrecido a la divinidad por un favor recibido) en México abarca cerca de 500 años. Sin embargo, este tipo de arte religioso atrajo el interés de grandes artistas como Gerardo Murillo Dr. Atl (1875-1964) y Roberto Montenegro (1885-1968), en la primera mitad del siglo XX como fuente inagotable de expresión popular y artística, y al mismo tiempo, como un acercamiento al espíritu religioso y tradicional que la motiva, denominador común de todos los pueblos de todas las épocas.»

Hijo de una tradición según la cual «el arte debe seducir la mirada a través de artificios como trampantojos y distorsiones, para desde ahí invitarnos a la reflexión», Gino nos dice que «su pintura se define por una técnica compleja que mezcla el collage de fotografías y/o materiales como el corcho o el césped artificial, con pintura acrílica y al óleo». Construyendo con todo ello escenarios para la emisión de una información que nos llega a través de imágenes, símbolos, superficies, espacios interiores y exteriores o, sobre todo, miradas de complicidad, amenazadoras, tímidas o inquietantes, la obra de Gino se debe leer como una invitación a perderse por los laberintos de una narración formalmente bidimensional y arraigada en una tradición que, desde la frontalidad del románico hasta el mundo surreal, apela a la emoción desde el contexto de una imagen tan clara y directa como sospechosa de albergar más que segundas intenciones.

Fiel a esta línea de trabajo y al lenguaje con que sondea los recovecos del ser, Ex-voto gira en torno a un enorme mural formado por ex-votos que el artista ha pedido a una lista de colaboradores imposible de reproducir por la de párrafos que nos ocuparía. Siguiendo el modo de proceder con que los ex-votos se producen en México, Gino le pidió a cada uno de los de la lista la realización de uno de ellos con la única condición de que, al igual que los mejicanos, tuvieran un texto relacionado a una imagen y no fueran demasiado grandes. Y a partir de ahí, les invitaba a interpretarlo a su manera. Partiendo de la variedad de perfiles a la que ha recurrido para solicitarles este presente, lo que configura este mural de corte orgánico, rizomático y de libre interpretación es de una variedad tan sumamente ecléctica que requiere más de un momento para ser consumida aunque sea de modo parcial.

Además de este mural/altar en el que el sentido del humor, la ironía, el sarcasmo, la sinceridad, lo cursi, lo obsceno, lo grosero, lo escatológico, lo bipolar y todo lo que se puedan imaginar se da de la mano con todo tipo de imaginería para entonar al unísono una inquietante oda a la imaginación, la exposición se complementa con ex-votos del propio Gino consistentes, básicamente, en añadirle textos tipo ex-voto a lo que vienen siendo sus obras habituales. Es decir, pinturas protagonizadas por personajes del entorno del artista caracterizadas por el uso de la fotografía en unos rostros capaces de azorar al público con sus expresiones y crear entre sus miradas diálogos turbadores.

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Como novedad frente a este tipo de obra tan habitual en Gino, hay en la exposición una serie de fotografías tuneadas que, directamente, son una verdadera maravilla. Se trata de un material extraído del cajón que el artista viene creando desde hace años para la confección de sus pinturas pero que aquí se muestra sin cortar, ligeramente alteradas y reconvertidas en obra per se, merced a la incorporación de un texto y su derivación en ex-voto.

Se trata en suma de una exposición para pasar el rato leyendo, fantaseando con las historias que emanan de cada creación, alucinando con la capacidad alegórica del personal y constatando que, aunque la adscripción de Gino a un estilo de obra tan propio y particular como repetitivo y aparentemente estático es tan obvio como que dos-más-dos-son-cuatro, nunca deja de sorprender, de provocar más de una sonrisa o, como en más de un caso en esta exposición, de hacernos reír a mandíbula batiente.

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Para dejarnos luego, helados, al ver que de una de las paredes emanan gotas de sangre que llegan hasta el suelo.

Y eso y lo de reírse, ahora mismo, no tiene precio.

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