Que, pese a la que está cayendo, consigan mantener a flote el barco por el que se lanzaron a la piscina hace unos años y no sólo eso sino que, cuando vas a ver alguna de las propuestas por las que se entregan en cuerpo y alma, no te veas convertido en uno de esos vulgares kleenex sobre el que algunos responsables de galerías, espacios de arte, instituciones públicas y privadas y demás acostumbran a depositar lo que les sobra de sus narices para acabar tirándote a la basura sin ni tan siquiera pedirte disculpas o preguntarte si te importa, es lo que hace que cualquier visita a Halfhouse y el consiguiente encuentro con Alberto Peral y Sinead se convierta en algo más que una visita a un lugar donde expone un artista. Porque, más que un lugar, se trata de un contexto, más que un artista se trata de un compañero y más que meros anfitriones, sus artífices son custodios de lo que cada uno quiera ver.
Como no pude ir cuando lo inauguraron hoy he ido a Halfhouse para ver el proyecto de Jorge Satorre. Un proyecto que, si a partir de las fotografías que había visto, no me había llamado especialmente la atención, debo confesar que me ha sorprendido. Se trata de la reconstrucción en cerámica y cemento tintado de uno de los pilares que sustentan el balcon bajo el que se crea el porche de la casa.
Ubicada en el centro del jardín y desposeída de la función por la que se debió inventar, la columna exenta de Satorre invita a apreciar el carácter escultórico de ciertos elementos de la arquitectura, la inutilidad del arte, la necesidad de unas buenas cuerdas para tender la colada y, además, el interés que mueve al artista a investigar el enigma de los menhires. Por ello es sumamente interesante detenerse a leer algunos de los carnets que escribe el artista en su búsqueda incansable de este tipo de monumentos.
Yo me lo he pasado muy bien, el día nos ha regalado un sol de playa, nos hemos encontrado con unos cuantos amigos y cuando nos hemos querido dar cuenta habían pasado casi dos horas y no nos habíamos ni enterado.